Arte

TESOROS  DEL  ARTE  BOLIVIANO


Por la rememoración -por cierto breve- que se ha ofrecido de la evolución del arte en América y en el antiguo Alto Perú, hoy Bolivia, se reitera que se conserve una herencia patrimonial que es producto de la simbiosis de dos culturas que, a través de los siglos, desde luego con luces y sombras en el andar de sus protagonistas, vence al tiempo y a las diferencias que pueden haber surgido en tan largo y apasionante periodo de la historia de la humanidad.
En un momento dado, y más aún si se habla del Nuevo Mundo, se puede afirmar que “toda tipología es universal y no exclusive de las sierras latinoamericanas, pero es aquí, sin embargo, donde la expresión es más enfática, más fuerte y más  genuina”.
Por ejemplo, al estudiar las relaciones entre el barroco europeo y el barroco hispanoamericano, se tiene que reconocer que “no ha sido una expresión de dependencia cultural, sino de una comunidad cultural entre América y Europa, pero ante todo entre España”.
En cuanto a Potosí, basta evocar esta coincidencia:
Francisco de Zurbarán, el grande pintor de Fuente de Cantos, Badajoz, nace en 1598 y muere en 1664 a los 71 años. Melchor Pérez Holguín, en Cochabamba, Alto Perú, viene al mundo en 1660 falleciendo en 1732 cuando frisaba en los 72 años.
Zurbarán y Holguín, casi contemporáneos, se dejan aprisionar por los temas religiosos. El uno, peregrinando por los conventos e iglesias de Sevilla, Guadalupe y Cordoba y el otro en la vastedad geográfica de los Andes donde Potosí le retiene durante su vida entera con sus templos de la Compañía de Jesús, San Francisco o Santa Teresa ... los dos, quizá sin imaginarlo, se enmarcan en la ondulante línea del barroco que les conduce a pintar lienzos de una “construcción impecable, sabia anatomía de las figuras y soberbia ejecución”.
En nuestros días de un nuevo milenio y distantes ya por centurias de los tiempos de los grandes maestros  de las extremeñas sierras del Guadiana el uno y el otro, del argentifero suelo del “vale un Potosí” se va perdiendo la memoria de que lazos indestructibles nos unen, los mismos que deben ser rescatados como significación de “una sociedad llena de contrastes, como jamas hubo en Europa, pero cada vez más cohesionada por la posesión de sólidos ideales comunes”.
De la Casa de Moneda, se puede recordar que “si el Cerro Rico dió vida a su ciudad, monte y villa levantaron el grandioso edificio, que en el milagro de la evocación de España misma, unida en su destino por siempre a esta sierra áspera, de piedra y dolor, de plata y fastuosidad y convertida en Museo de Bolivia, andando los días es Casa de Cultura de América donde Cervantes Saavedra es señor y dueño porque el idioma es alma de unidad y hermanamiento...".
Y que mejor, incluir como figura central del tesoro artístico de este libro a La Virgen del Cerro, anónimo del siglo XVIII que entrelaza la expresión nativa con la religiosidad traída del Viejo Mundo, identificando a la montaña de plata con la Virgen María o “Maria Pachamama” que en Bolivia y Perú significa “tierra”.
Su iconografía, es por demás significativa.
En la parte inferior sobresalen los representantes de la Corona de España. Luego el Sumo Pontífice, un Cardenal y un Obispo, mientras que en frente hallase el inca Huayna Capac, décimo segundo soberano de la dinastía quechua que 32 años atrás visito el monte de plata que le pareció majestuoso y hasta misterioso.
Se advierte la posesión de un grupo de capitanes españoles: también indígenas trabajando en la extracción del mineral. La fauna esta representada por llamas.
El autor de la Virgen del Cerro, cuyo nombre se desconoce. con minuciosidad ha logrado expresar la historia de un lugar que pronto alcanzó renombre mundial. Su inagotable plata originó el “vale un Potosí”, que equivale a fortuna, riqueza y poder.
Relievando la pintura hispanoamericana en sus manifestaciones y en su significación barroca, se destaca el pincel de Melchor Pérez Holguín. De el como de Zurbarán, podemos recordar a Juan Espinosa Medrano, poeta peruano (1629- 1682) que con el seudónimo de “E1 Lunarejo” con inocultable sentimiento decía:
“Infeliz animal es el hombre; nace con las lágrimas, vive a los combates, anda por los descansos y encuentra los afanes. Soñaron algunos filósofos, que su felicidad consistía en las opulencias de la fortuna; otros, que en el deleite de los sentidos; otros, que en la ciencia de la verdad; sonaron todos y muchos desvariáis con ellos, pero erraron menos los últimos que ciencia es alumbrarse de todo un Dios el entendimiento humano, y beberse con los mentales párpados todo aquel Océano de luces inefables, esto es ver a Dios en el verbo, como dicen, y ella es la suma felicidad para que nacimos...”.
San Pedro de Alcántara, La Sagrada Familia, San Mateo, Pentecostés, Resurrección de Cristo, San Juan Evangelista, Jesús Salvador del Mundo, San Agustín y Pentecostés y San Juan de Dios, son lienzos en los que el ascetismo y su recóndito e innegable fervor religioso le inspiran rostros un tanto tenebristas, orejas puntiagudas y un patético realismo.
Federico Hegel, filósofo alemán que identificó la naturaleza con el espíritu consideraba desde el concepto histórico que “pocas artes como la arquitectura y la pintura resumen mejor el carácter de un periodo como una clave esclarecedora". Esta realidad se advierte en la creación artística potosina donde irrumpe una Escuela por largas décadas reconocida y admirada en la que, junto a Holguín, aparecen respetados nombres. Como anota el Padre Bernabe Cobo en su Historia del Nuevo Mundo los monasterios y conventos no solo ofrecían sus paredes pare colgar telas sino que abrieron verdaderos talleres de pintura en diferentes ciudades.
Gaspar Miguel de Berrío, nacido en la villa potosina sorprendía por su minuciosidad, ingenio y realismo en sus lienzos: La Virgen del Rosario, La Virgen de la Merced, Asunción de la Virgen, San Nicolás de Bari, E1 patrocinio de San José. San Miguel Arcángel, San Agustín, La Divina Pastoral.
Los indígenas. no permanecieron indiferentes a la creación artística. Asimilaron con singular maestría el trabajo de los pintores de la época. Participaban en las festividades religiosas y aprendían rápidamente varios usos y tareas de los españoles.
Conservando sus costumbres ancestrales participaban en el culto. Garcilaso de la Vega, historiador (1539 - 1616) en sus Comentarios Reales describe "los indios de cada repartimiento pasaban con sus andas con toda su parentela y acompañamiento, cantando cada provincia en su propia lengua particular materna y no en general de la corte y llevaban sus atambores, flautas, caracoles y otros instrumentos rústicos musicales....".
En Potosí, Luis Niño, en el siglo XVIII, deslumbra con su pintura de los Andes, aparte de su condición de escultor y orfebre. El cronista Arzáns de Orsúa y Vela, con cierta ironía lo describe "como indio ladino, que estando embriagado pinta y esculpe con primor". La Virgen del Rosario y la Virgen de Sabaya, constituyen una herencia testimonial de la asimilación artística de los nativos de esta región de América.
La expresión plástica, no tardó en manifestarse en las manos indígenas.
Figuras conocidas de la pintura virreinal son Ignacio Ortega que retrato a San Lucas y Manuel de Córdoba que se inspiro en el momento en que Cristo cargaba la cruz de su martirio. Los dos, oriundos de Potosí, se remontan al siglo XVIII.
A su vez, Francisco de Herrera y Velarde, nacido en España llega a la Villa Imperial e influye en varios pintores, sin excluir a Holguín. En estas páginas esta incluido su lienzo María Magdalena.
De pintores anónimos, la Casa de Moneda, guarda valiosas obras de las décadas del siglo XVIII sobresaliendo: La Virgen del Carmen, la Virgen del Rosario, la Virgen María, San Rafael y Tobías, La Sagrada Familia, Cristo Negro de Malta, La Virgen de Cocharcas, El Niño de la Espina, La Virgen Niña Hilandera, La Virgen de la Merced, La Huida a Egipto, Nuestra Señora de la Antigua, Cristo con la cruz, San Pedro, La Virgen de la Paloma y el Nacimiento de Jesús.
En cada óleo, en base a colores disueltos en aceite secante, brilla ante todo la preferencia retratista como expresión religiosa de la Colonia que no daba, en buena parte de los autores, importancia al nombre y firma, sino a la complacencia íntima de haber realizado una obra de arte ya sea por vocación o como medio de sustento y trabajo silencioso.
De otro lado, como marco en el que se desarrolla la pintura en siglos pretéritos, resulta ilustrativa esta referencia:
“Por encima de los contrastes de la época, los principales factores de unidad con el sentido cristiano de la vida y la fidelidad al Rey, exteriorizados popular y clamorosamente cada vez que se celebran grandes festividades religiosas o profanos. Y sobre la base de este sentido religioso y de lealtad al Rey se entretejen otros ideales de enorme fuerza social como son, por una parte, el amor a la tierra, germen del sentimiento patrio en cada porción de Hispanoamérica; por otra, la conciencia de los méritos y servicios frente al Rey, de donde brota el sentido de los propios derechos frente al monarca o, en fin, la confianza en el poder real frente a los abusos de los poderosos o de los propios agentes del Rey, fundamento del derecho al buen gobierno".
De esa norma de vida, florece la pintura en América, especialmente en Potosí, engreído y orgulloso por la inagotable plata de su majestuoso Cerro Rico.
Quizá, para completar un marco de mayor información del prolongado apogeo de la pintura en la extensa Audiencia de Charcas sea necesaria una referencia breve sobre la técnica que prevaleció en estas otrora cotizadas tierras.
E1 arte plástico se realizaba al óleo.
"Surgió de la necesidad de un color resistente a la humedad del clima y además porque los aceites secantes, de los cuales depende la técnica, rara vez se preparaban en los países donde el aceite de oliva. que no se seca, era la principal producción".
La pintura al óleo - se afirma- debió ser el resultado de múltiples ensayos y pacientes investigaciones en los que de un modo inconsciente colaboraron numerosos artistas.
Su evolución fue larga.
En 1473, con esta técnica, se conoce que fue pintada una obra por un artista italiano.
Los expertos señalan que "aunque se puede pintar en cualquier superficie plana, madera, metal, mármol o pizarra, con tal de darle una preparación especial, no obstante, la tela es la materia más usada, pues el lienzo impone pocas limitaciones, ya que los colores preparados al óleo pueden dividirse en opacos y transparentes".
E1 pintado al óleo, tiene estas características:
"El lienzo que se teje con lino se estira en un bastidor provisto de cuñas colocadas interiormente en cada uno de los ángulos, con los cuales y haciéndoles penetrar más o menos se estira la tela hasta darle la tensión deseada".
El florecimiento de la pintura en Europa en sus diferentes etapas - gótica, renacentista, barroca, moderna - impuso definitivamente el óleo que se extendió en el mundo entero.
En 1649 en Sevilla, Francisco Pacheco publica su libro "Arte de la pintura, su antigüedad y grandezas" que se convirtió en texto de consulta e información. "Todo ser y todo objeto posee los medios de manifestar su existencia, su forma, su color", se sostenía. añadiendo que "la pintura es la representación de los seres o de los objetos existentes realmente en la naturaleza, o creados por nuestra imaginación".
Con el Renacimiento surgió una tendencia humanista en el arte, aunque no pocos señalan que "produjo tres paradojas: fue un movimiento individualista que condujo a la masificación. de un movimiento naturalista que termina en la máquina, y, en fin, fue un humanismo que desembocó en la deshumanización ".
Los siglos XV y XVI, se caracterizan por la renovación renacentista en la literatura, la ciencia y el arte. Descubierto el Nuevo Mundo, no tardan las ideas y las costumbres en cruzar el Atlántico e influir notablemente en las extensas regiones de América.
La pintura, como se ha visto, irrumpe con indetenible vigor desde México hasta Buenos Aires y Córdoba. sin dejar de mencionar a Minas Gerais, Ouro Preto. Olinda y Bahía en el Brasil.
Sin embargo. Potosí en la inacabable y majestuosa región andina contaba con la sorprendente riqueza argentífera de su renombrado monte que sustento por 280 años los sueños, las ambiciones y hasta las debilidades de sus engreídos habitantes. Las expresiones artísticas no estuvieron ausentes y alcanzaron una jerarquía que en nuestro tiempo tan vertiginoso esta siendo redescubierta con inocultable interés
Así como la plata alimento a Europa, en estas alturas dió fuerza espiritual determinante a la creación artística, aunque poco hizo referencia al sudor de los indígenas en los socavones de angustia de las bocaminas de tan codiciado cerro.
La pintura potosina refleja la comunidad cultural que se ha dado entre América y España porque en sus magníficos lienzos palpitan los lazos indestructibles de hermandad que se forjaron en el pasado y que nos deben llevar a mirar juntos el porvenir con una visión que arranque de nuestra propia historia, del idioma común y del sentimiento religioso que perdura como testimonio de fe y esperanza.
Por su riqueza cultural - afirmaba el escritor boliviano Fernando Diez de Medina - para un pensar hegeliano Potosí es la ciudad concrete, inmanente, que se realice en la historia y obedece a la lógica de lo real - humano. Para un sentir kierkegaardiano Potosí es la patria del espíritu, lo que despierta y acicatea la indagación subjetiva, rica de contrastes y conflictos, que en su desgarrado devenir trasciende a futura redención.
De:  Tesoros del arte boliviano
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Tiahuanaco, la misteriosa ciudad del Altiplano
 

A pocos kilómetros del lago Titicaca yacen las ruinas de la misteriosa y monumental ciudad de Tiahuanaco. Diríase que está en el fin del mundo. No se relaciona con nada. Sus caminos no van a ninguna parte. Nada tampoco llega a ella. Sin embargo, el lugar se convirtió en el asiento de una poderosa y antiquísima cultura, aparentemente marítima. En el lago Titicaca, en el altiplano de los Andes, en la zona fronteriza entre Perú y Bolivia, en el aire enrarecido de los 4000 m de altitud que hace apresurar los latidos del corazón, en un páramo desnudo, sin árboles ni arbustos, expuesto a un sol despiadado y a unos vientos incontenibles, en este paraje se encuentra uno de los mayores misterios del mundo, un lugar en ruinas de lo gigantesco, de lo superlativo, del prodigio inexplicable: Tiahuanaco. 

Mucho antes de que los conquistadores españoles llegaran al Perú y mucho antes de que los incas edificaran su imperio, la misteriosa ciudad de Tiahuanaco yacía en ruinas. Sus moradores desaparecieron en la bruma de los Andes. Pero las ruinas de sus monumentos daban fe de la maestría de aquellos constructores que levantaron pirámides en el cielo.

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Cabezas - Tiahuanaco
Los tiahuanacanos no disponían de bestias de carga ni de ruedas; sólo empleaban herramientas de piedra. Su ciudad de las nubes se encuadra en los Andes por encima del límite superior de los bosques; a casi 4.000 metros de altura, cerca de la frontera actual entre Perú y Bolivia. Sin embargo, hallaron el medio de transportar bloques de piedra de más de 100 toneladas desde una cantera situada a 40 km de distancia, a través de una irregular meseta y de la amplia zona del Titicaca, el lago más elevado del mundo.

Una vez llegados a su destino, estos bloques (mucho mayores que los utilizados por los antiguos egipcios) se tallaban y pulían con suma perfección y se construían con ellos enormes pirámides truncadas.

Testimonio de una importante cultura prehispánica, la cultura Tiwanaku, se cree que poseía un puerto en el Lago Titicaca aunque ahora se encuentre a 20 km de distancia de él. La magnificencia de su cultura se refleja en su excelente obra cerámica con los famosos queros (vasos ceremoniales), los huaco-retratos (retrato tridimensional de un rostro humano en una vasija) así como los textiles y sobretodo en las construcciones arquitectónicas muchas de las cuales poseen orientación astronómica. Esta cultura se inició en una fase temprana alrededor del año 1.380 a.C., y colapso alrededor del año 1.200 d.C. La parte central de la cultura Tiwanacu estuvo en Bolivia, pero en su período expansivo llegó hasta Perú, Chile y Argentina.

Ubicación
tiahuanaco_mapa_3.jpg (60893 bytes)A poco más de 70 kilómetros de La Paz, capital de Bolivia, y casi ya al lado de la frontera de Perú se encuentra TIAHUANACO o TIWANACU (en lengua Quechua o Aymara respectivamente), un enorme conjunto de ruinas que ocupa una superficie próxima a las 50 hectáreas y situada a 3.825 metros sobre el nivel del mar. Partiendo desde Cuzco, Perú, se llega a Tiahuanaco tras un día de trayecto ferroviario y fluvial. La altiplanicie semeja el paisaje de otro planeta. Cualquier esfuerzo físico tortura al visitante. Allí, la presión atmosférica es cincuenta por ciento más baja que al nivel del mar. El aire contiene una proporción mínima de oxígeno. Es inverosímil que allí pudiera desarrollarse una ciclópea civilización. 

Los geólogos aseguran que en una época antiquísima, en la época de la formación de la tierra, el continente súbitamente se elevó de las aguas y la cordillera de Los Andes se formó. Pero esto se refiere a la época en que aún no existía el hombre. Por otra parte, algunos investigadores aseguran que Tiahuanaco nunca fue una ciudad de cordillera sino un puerto de mar. Existen allí restos de lo que pudo haber sido un gran muelle y que no conduce a ninguna parte. En épocas remotas  pudo haber conducido al mar. El lago Titicaca, cerca del cual está situada, no existiría. No sería lago sino prolongación del océano.

El Lago Titicaca

El lago Titicaca es el lago más grande[1] de Sudamérica y el más grande del mundo por encima de los 2.000 m de altitud, además es el lago navegable más alto. Está ubicado en el altiplano peruano-boliviano a unos 3.800 metros sobre el nivel del mar. Su profundidad máxima se estima supera los 281 metros. Estas medidas aumentan según las lluvias.
Una de las primeras cosas que hay que mencionar cuando hablamos de Tiahuanaco es el medio geográfico en el cual se desenvolvió. La hoya del lago Titicaca y gran parte del Altiplano presentan una geografía bastante uniforme y diferente con respecto al resto de los Andes. La altura (sobre los 3,000 m.s.n.m.) y las condiciones climáticas (alternancia climática, inundaciones, sequías, impiden un desarrollo extensivo de la agricultura, reduciéndola a tubérculos y quenopodiáceas (quinua); mientras fue de suma importancia el uso del ganado camélido andino. Si bien queda claro que esta zona es separable de los Andes Centrales, es por demás interesante que el Altiplano haya sido una zona donde se gestaron muchos de los procesos económicos, sociopolíticos e ideológicos que luego tendrían repercusión en las culturas andinas hasta los Incas, cuyos gobernantes fundadores reclamaban proceder de esta zona. 

En la actualidad todavía viven gentes en las orillas del lago: los urus. Habitan en balsas de cañas ocultas en la maleza y en cabañas primitivas. El lago les ofrece todo lo que necesitan para vivir: pescado, aves, el material para la navegación de sus botes y para la construcción de sus viviendas. ¿Son los urus los descendientes del pueblo indio de los aimará?

Cuando el lago era todavía mayor de lo que es en la actualidad, sus aguas, según cuentan los urus, bañaban los peldaños de una escalera que conducía a los templos de las grandes esculturas de piedra. ¿Quién los construyó? ¿Por qué se desmoronaron, convirtiéndose en ruinas? Los habitantes del lago no lo saben, o no lo quieren decir. Hablan de una época de tinieblas «antes de que el Sol fuera». Y el primer día del mundo, el Sol y la Luna subieron al firmamento por los peldaños de la escalera.


Historia 

tiwanaku_desktop.jpg (218877 bytes)Pedro Cieza de León (historiador Español que vivió entre los años 1.518 y 1.560, escribió Crónica del Perú y una Historia de Nueva España, con interesantes datos históricos y geográficos) escribió después de su visita a esta antigua ciudad allá por el año 1.550 que, era el lugar más antiguo de cuantos había visto hasta ese momento después de su viaje por tierras andinas. De igual modo, recogió de los nativos del lugar la leyenda del origen de esta ciudad, producto del trabajo de una sola noche de unos seres Gigantescos en tiempos anteriores a un gran Diluvio.

Terremotos, climatología adversa y la continua expoliación de las ruinas tanto en tiempos antiguos como en los modernos, han hecho muy difícil establecer quiénes y cuándo construyeron TIAHUANACO. Los sectores más conservadores estima su antigüedad en torno a los 3.000 años, pero no falta gran cantidad de investigadores que retroceden a tiempos mucho más remotos su construcción.

El caso más famoso de estas teorías revisionistas sobre la antigüedad de TIAHUANACO lo constituye el trabajo llevado a cabo por Arthur Posnansky, quien estableció una edad mínima para las ruinas de unos 14.000 años, después de haber y medido como pocos han hecho cada uno de los edificios y estudiado sus alineaciones astronómicas.

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 Tiwanaku es la cultura más longeva de la América del Sur, con 27 siglos y medio de duración desde el 1580 A.C. al 1172 D.C. La urbe prehispánica de Tiwanaku fue la capital de un extenso estado andino que comprendía la parte occidental de Bolivia, el noreste argentino, la costa Litoral de Chile, desde Copiapó hacia el norte del desierto de Atacama.

La capital de este imperio es Tiwanaku llamada también Taipikala, se halla a 70 km al noroeste de la ciudad de La Paz, por carretera, y a una altura de 3.885 m.s.n.m. a 15 km del Lago Titicaca. Esta cultura extendió sus dominios físicos a 600.000 km², aproximadamente.

Escultura
Restos preincaicos. Monolito Ponce que representa a un jefe divinizado con sus atributos típicos: tocado cuadrangular, collar y que porta en las manos un kero y una figura extraña, quizá un pututu o caracola utilizada como instrumento musical. Lleva cinturón, tiene las piernas separadas y de la cabeza descienden trenzas en su espalda hay tres rostros. Templo Tiahuanaco.

Los primeros investigadores que se encontraron ante las imponentes ruinas, ante gigantescos bloques de piedra desnudos y abandonados bajo el ardiente sol, rodeados de un silencio mortal, vieron todo el panorama conteniendo la respiración de asombro: las gigantescas estatuas, escaleras, puertas y pilares agrietados, los muros derrumbados, los misteriosos monolitos que clavan su mirada vacía en el desierto y el paisaje grisáceo, con una profunda serenidad.
Su edad se calculó primeramente en 18.000 años, pero la ciencia ya no cree en esta fecha. Adjudica a Tiahuanaco una edad de, como máximo, dos mil años.
Sin embargo, no se ha podido explicar todavía quiénes fueron los seres que crearon estos lugares gigantescos del período preincaico. Estos hombres se encontraban en condiciones de cortar con tal precisión matemática las grandes losas de piedra de los altares, que entre ellas no puede introducirse ni siquiera la hoja de un cuchillo. Hay fragmentos de estas losas que tienen 6 m de longitud, 4 m de anchura y 1'5 m de espesor. Se tuvieron que mover, partir y pulir bloques de piedra que exigían la utilización de fuerzas ciclópeas. La mayor parte pesaba de 30 a 50 toneladas y algunos hasta 100. Antes de su elaboración tuvieron que haber pesado por lo menos el doble.
¿Cómo se pudieron separar los bloques de los macizos rocosos y cómo se pudieron transportar sobre el lago? ¿Sobre balsas de cañas quizás? ¿O acaso los constructores de Tiahuanaco poseían vehículos, animales de tiro, poleas y grúas? Es una utopía suponerlo. Pero, ¿cómo lo hicieron entonces? ¿Fueron seres gigantes los constructores de estas estructuras ciclópeas? Todavía en la actualidad, los habitantes del lago llaman «gigante» a unas figuras de piedra, mientras que a otras las llaman «hermano grande».

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 El estilo Tiwanaku de cerámica presenta detalles simétricos, es realista y con una combinación de los colores negro, ocre, rojo, blanco y gris. El tipo más común de vasija es el “kero”, decorado en uno de los lados con una cara de formas aparentemente humanas, presentada en bajo relieve. Otros ejemplos de la alfarería Tiwanaku son: botellones con cuello corto, cántaros globulares con asas verticales, cántaros de doble recipiente con asa puente, y vasijas en forma de aves y cabezas humanas. No se conocen vasijas ornamentadas con frutas o plantas. Los diseños incluyen motivos geométricos con círculos concéntricos. Entre las figuras antropomórficas, zoomórficas y fitomórficas destaca el uso de la planta del maíz.

Arquitectura


walls.jpg (76170 bytes)Las características de construcción de la capital son únicas y espléndidas, se conjuncionan en ella, arquitectos planificadores, que con un singular dibujo de líneas simples diseñaron fastuosos templos; los ingenieros calcularon las inclinaciones de los muros, y con una excelente técnica urbanística crearon redes superficiales y subterráneas, de canales para eliminar las aguas pluviales y servidas.

Los picapedreros cantearon piedras de excelente oficio; los metalurgistas fabricaron planchas para los bajorrelieves iconográficos, logrando cubrir portadas de monumentos con metales áureos, que centelleaban bajo el sol.

Los sabios orientaron los templos astronómicamente con una precisión asombrosa. Multitudes de hombres cortaron la piedra en lejanas canteras y luego la transportaron a la gran urbe.



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Detalle, Sistema de Canales
en la Pirámide Akapana.
Tiwanaku irradia cultura, allí se concentra el saber y dominio de la ciencia y se ama y ampara a las bellas artes. La influencia de Tiwanaku se advierte en monumentos de Perú, Ecuador, y en comunidades de la isla Marayó en la desembocadura del río Amazonas. El sello de esta cultura también se lo encuentra en objetos cerámicos o de metal que fabrican las comunidades del norte de Chile, norte argentino, Perú, oriente boliviano, etc.

Esta cultura considerada como la más importante del período precolombino en territorio boliviano logró no sólo grandes avances en la ciencia y arte, sino que creó una excepcional técnica de cultivo en camellones para las tierras planas y en andenes para las laderas. Sin lugar a dudas, ejerció una poderosa influencia en otras culturas.

Se han establecido hasta el presente, de acuerdo a excavaciones realizadas por la Dirección Nacional de Arqueología y Antropología, la división de la cultura Tiwanaku en 3 estadios:

  • Aldeano Épocas I y II 1500 A.C. - 45 D.C. 
  • Urbano Épocas III y IV 45 D.C. - 700 D.C. 
  • Clásico Expansivo Época V 700 A.C. - 1200 D.C.



Puerta del Sol 


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Puerta del Sol - Tiahuanaco
Sin duda la más conocida de todas las construcciones existentes en TIAHUANACO es la  Puerta del Sol (INTI PUNKU), un bloque monolítico de Andesita, roca volcánica de grano fino que toma el nombre de la zona geográfica donde se encuentra, los Andes, de poco más de 13 toneladas de peso. Mide 2,75 metros de alto por 3,84 de largo, y tiene un grosor de 50 centímetros.
En su fachada principal y sobre la parte superior existe un friso formado por cuatro bandas horizontales y divididas a su vez por una figura central de gran tamaño. 

Este hermoso portal lítico -trabajado en un solo bloque de piedra andesita de aproximadamente 10 Tn. de peso- no fue, en el pasado, una pieza aislada sino, mas bien, parte de una edificación mayor que pudo ubicarse en la cima de la Pirámide de Akapana o en el mismo Kalasasaya, donde existen varias piezas del mismo material de esta puerta.

Viracocha


Detalle Puerta del Sol - Tiahuanaco. La Figura representa al dios Viracocha.
Todos los expertos coinciden en afirmar que esta figura representa al Dios VIRACOCHA, el cual sostiene un cetro en su mano derecha y un rayo en la izquierda.
Sus manos tienen cuatro dedos, al igual que muchas de las estatuas y relieves que se encuentran diseminados por todo TIAHUANACO y que recuerdan a otra de las leyendas sobre su origen, la de la Diosa ORIANA que tenía cuatro dedos en cada mano, y que, procedente de las estrellas, llegó a TIAHUANACO para crear a la humanidad. Sobre las mejillas de VIRACOCHA, parecen apreciarse unos pequeños agujeros a modo de lágrimas y de su cabeza parten 24 apéndices.
Aparecen también sobre las bandas horizontales que divide esta figura central otras 48 figuras, 24 a cada lado.
 Desde un principio se ha pensado que esta representación del dios VIRACOCHA, es un calendario correspondiente a un año de doce meses que tenía su inicio en el equinoccio de primavera.

Akapana, La Pirámide


La estructura dominante del centro sagrado de Tiahuanaco era la Akapana, una pirámide truncada de más de unos diecisiete metros de altura, llamada por Kolata "la montaña sagrada de Tiwanacu". La pirámide Akapana tenía siete niveles. El número siete, como ya se ha indicado, aparece asociado con el "padre cielo", que equivale al uso de las coordenadas polar y ecuatorial, expresadas mediante referencia a las direcciones cardinales. El antiguo sistema aymará de orientación tenía siete direcciones, empleando cuatro direcciones cardinales junto con el centro y el nadir. La Akapana está orientada en las direcciones cardinales. La misma idea encontramos en la relación entre el contiguo complejo de estructuras llamado el templo Semisubterráneo y el Kalasaya. Aparecen trazados a lo largo de un eje este-oeste, que habla de los puntos de salida y puesta del Sol en los equinoccios, cuando el Sol cruza el ecuador celeste. Las estrellas que van hacia arriba y hacia el oeste desde el templo Semisubterráneo hasta el nivel del suelo conducen directamente a una segunda escalera que se eleva en los recintos situados por encima de la planta baja del Kalasaya, donde la estatua monolítica de un dios ( la llamada Estela Ponce) miraba hacia el este, de espaldas al templo Semisubterráneo.


La configuración mental de la línea del equinoccio como una escalera no hace pensar inmediatamente en la constelación andina chacana (escalera), las tres estrellas del Cinturón de Orión, que están sobre el ecuador celeste.

Akapana-pyramid-at-Tiwanaku-0.jpg (49344 bytes)Estas estructuras relacionadas axialmente también se relacionan con la cosmología religiosa asociada con el mito de emergencia surgido en el Titicaca. Como ya hemos visto, en el simbolismo arquitectónico celeste, el suelo de la casa, que representa el trópico meridional debería estar, estrictamente hablando, por debajo de la planta baja, así que ésta represente el ecuador celeste. Tal como indica su nombre, el templo Semisubterráneo fue construido a unos dos metros por debajo del nivel de la planta baja, abierto al aire. En consecuencia y nuevamente en términos estrictos, el subterráneo tenía que representar el trópico meridional y el acceso a la tierra de los muertos. (Del mismo modo, se decía que el suelo del patio del juego de pelota de Quiché descansaba sobre el tejado de la casa de los señores del inframundo.) Concuerda con esta interpretación el hecho de que las huacas de linaje de las tribus agrícolas que participan de la esfera de influencia tiahuanacana se encontraron hundidas en el suelo del templo Semisubterráneo. En medio de esta disposición, una segunda estela, llamada la Estela Bennett, que contiene una compleja información relativa al año agrícola, miraba hacia el oeste (la dirección celeste asociada con la Luna, la noche, la lluvia y la muerte), de espaldas a la Estela Ponce, en el recinto elevado del Kalasaya. Y, a la inversa, la Estela Ponce, por encima del Kalasaya, dominaba una vista del horizonte oriental.

akapana_dibujo.jpg (37338 bytes)Un segundo patio hundido más pequeño aparecía situado en lo alto del séptimo nivel de la pirámide Akapana. Lo mismo que con el modelo del Viejo Mundo, en el que lo alto de la montaña del templo sagrado representa el "ombligo de la Tierra", el patio hundido de Akapana era, simbólicamente hablando, un omphalos. Este patio hundido fue trazado en forma de una plaza sobrepuesta a una cruz griega (ver abajo derecha). La cruz, que representa las direcciones cardinales y está orientada hacia ellas (y por lo tanto hace referencia a las coordinadas polar y ecuatorial) representa el ámbito celeste, o padre cielo. La plaza, tal como ya hemos encontrado en la forma de las maras cuadrangulares, o piedras de amolar "femeninas" (que toman su nombre de la palabra aymará que significa "año"), marcan en sus esquinas los puntos cardinales que representan los lugares de salida y puesta de los soles solsticiales, es decir, los parámetros de la "tierra celeste" según vienen determinados por el plano eclíptico. Si conectamos las esquinas, se forma las diagonales, y la X marca el lugar, el centro, el ombligo de la diosa tierra. Este simbolismo ya se ha observado en el unanacha de Viracocha en el diagrama de Pachacuti Yamqui, situado como está por encima de la cruz intercardinal, designada como femenina, que encontramos por debajo; y, también, precisamente este mismo simbolismo se encuentra entre los quiché, donde el Dios-Siete, representado jeroglíficamente como Osa Mayor y Orión, aparece trazado sobre el ombligo de la Diosa tierra.

Kalasasaya




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Entrada al Templo Kalasasaya
Es un templo construido con grandes piedras de cinco metros de altura. Este centro ceremonial mide 126 metros de largo por 117 de ancho. En su interior existe un gran patio rectangular hundido (templo subterráneo) al que se desciende por una escalinata labrada en una sola roca de seis peldaños.Ingresando por la puerta principal del templo, se encuentra la “Estela” o el "Monolito Ponce", que representa a un sacerdote. Todos los templos de la urbe se orientan astronómicamente. Así en Kalasasaya (kala = piedra; saya o sayasta = parado) o Templo de las Piedras Paradas, se verificaban con exactitud los cambios de estaciones y el año solar de 365 días. En ambos equinoccios (otoño: 21 de marzo y primavera: 21 de septiembre) el Sol nacía por el centro de la puerta principal de ingreso, a la que se accede por una magnífica escalinata. En el solsticio de invierno (21 de junio) el Sol nacía en el ángulo murario N.E. el solsticio de verano (21 de diciembre) se marcaba por el nacimiento del Sol en el ángulo murario S.E. Este muro es conocido como "pared balconera" o "chunchukala".

El "Templo de las Piedras Paradas cubre aproximadamente 2 hectáreas y su estructura está basada en columnas de arenisca y sillares cortados, dispuestos entre estos, sobresalen gárgolas o goteros de desagüe para las aguas pluviales.

kalasaya_mound.jpg (56206 bytes)En el interior pueden verse los restos de lo que habrían sido pequeñas habitaciones semi-subterráneas dispuestas de manera que 7 estaban a cada lado del patio. En el recinto existe un muro a base de sillares de arenisca que logra cerrar los sectores este, norte y sur, dejando a ambos costados una especie de atrio, que separa el recinto central o "ceremonial". En este segundo muro hacia el lado norte se observan dos bloques en los que, en su tercio superior, se practicó un orificio que imita, a escala, un aparato auditivo humano, y mediante el cual se pueden escuchar ruidos o conversaciones que se producen en sitios alejados. Estos "amplificadores de sonidos" nos permiten deducir que en el mundo precolombino se conocía y aplicaba la acústica.

En Kalasasaya existen tres importantes esculturas: la Estela 8 (Ponce), el monolito El Fraile y la Puerta del Sol. En el monolito Ponce se aprecian finos grabados iconográficos como hombres alados, peces, cabezas de puma o de camélidos, cóndores, águilas, símbolos escalonados; en el más puro arte tiwanakota. La estela "El Fraile" no está adornada, es una pieza labrada en arenisca veteada, mostrando un enigmático personaje que lleva un báculo y un keru en las manos; porta una faja ventral donde se aprecian algunas huellas en relieve de cangrejos.